Editoriales

Gaceta

Por: Raúl Terrazas Barraza

Reforma electoral y realidad social

Como el tema de la posible reforma electoral sigue en la agenda de la ciudadanía, es interesante conocer hechos como el desconocimiento mayoritario de los ciudadanos sobre el asunto y las apreciaciones superficiales de los avances que tiene la democracia en México.

Una medición realizada por estos días en México a través de la empresa que dirige el tamaulipeco Francisco Abundis Luna genera datos que se prestan a la reflexión y a partir de ella reorientar la estrategia de cambio de arbitro que quieren hacer a la democracia mexicana.

En una nación en la cual las mayorías siguen sin estar enteradas de la pretendida reforma electoral, desconocer la relevancia electoral que tiene el hecho de que los partidos políticos trabajen con financiamiento público para la realización de sus actividades y bajo un estricto sistema de fiscalización, así como, la observación mayoritaria de que las elecciones al Instituto electoral le salen bien, resulta obvio que la reforma no debe de llevarse a cabo, no en la dimensión que se quiere.

Obvio, el caso del financiamiento a los partidos es quizá el más espinoso, porque existe la sensación de que se gasta mucho en esas organizaciones, pero, en ningún momento se considera el beneficio que tiene para la nación que al evitarse que dinero de origen dudoso se use en la política, el cual podría impactar en los resultados al grado que los pleitos postelectorales fueran la comidilla de las semanas y los meses siguientes a las votaciones.

La superficialidad de las opiniones, así vengan de los ciudadanos, poco deben de influir en el esquema perfeccionado que aporta resultados positivos al proceso democrático de México, por ello, llama la atención que se hable de gastos altos e innecesarios en los partidos políticos, cuando en realidad son recursos bien invertidos en la democracia y sobre todo en el alto grado de credibilidad que tienen las elecciones en este país.

El generador de datos a partir de encuestas a las personas, pone en tesitura números que avalan los resultados, por ejemplo el hecho de que el pasado mes de noviembre el 76 por ciento de quienes participaron en la opinión de si el INE se ha desempeñado bien en la organización de las elecciones, dijeron que bien y muy bien, en tanto que, otra medición del mes de septiembre arrojó un resultado similar, aunque porque fue del 65 por ciento, pero, la relevancia no cambia, porque quienes dijeron que tiene un mal desempeño fueron menos del 10 por ciento.

También, la percepción de los ciudadanos respecto a la limpieza de los resultados electorales deja una huella clara de que la pretendida reforma electoral es innecesaria dado que, en la encuesta del pasado mes de septiembre el 55 por ciento de las personas dijeron que son limpias y solo el 33 por ciento creen que se cometen fraudes. En la medición de noviembre, el resultado se invirtió, porque los más, el 50 por ciento creen esto último y el 41 por ciento mantiene la idea de que son limpias.

Ahora bien, a pesar de toda la confusión generada sobre el INE al denostarlo y considerarlo como una Institución que debe de ser relevada, la ciudadanía en un 66 por ciento tiene buena y muy buena opinión, según la encuesta de noviembre pasado y en la medición de septiembre el 56 por ciento tuvo opinión en este mismo sentido.

Obvio, al hacer las consideraciones sobre los recursos, todo mundo se cantea para el otro extremo en sus opiniones, quizá debido a la inclinación por ver siempre el lado negativo de las inversiones y no los beneficios de gran alcance social que dejan, en septiembre pasado el 48 por ciento de los ciudadanos hizo ver que el INE usa aquello que es necesario para su financiamiento para cumplir con su cometido, en tanto que, el 43 por ciento apuntó que gasta mucho.

Para noviembre pasado, la encuesta de la empresa de Abundis Luna, generó otro tipo de números, porque el 57 por ciento dijo que el INE gasta mucho y el 34 por ciento opinó que solo aquello que es necesario, sin embargo, este resultado seguro se debe a que, en las cuatro semanas anteriores en todas partes se comentaba que la reforma sería tratada en las Cámaras Legislativas para llevarla a cabo y, tras satanizarse al INE, invadió el ambiente político la idea de que el Instituto Electoral es un ente gastador y por tanto, debe de ser metido en cintura.

La realidad social dista mucho de la urgencia por una reforma electoral, de ahí las discrepancias de opinión ya por desconocimiento de la situación, por el momento político en que se encuentre la idea de reformar o bien porque no se distingue el buen impacto de inversiones como la electoral para que México sea un país con paz política, electoral y social.

Desde luego las tres connotaciones que tiene la paz en México, tienen como origen común el INE y eso, reconocerlo cuesta mucho, por eso todas las organizaciones que están a favor de la democracia mexicana y de sus autoridades electorales tienen que recordar de alguna manera evitar reformas innecesarias, en un escenario que está para avances sustantivos, no para retrocesos en la forma de hacer política.

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